La
violencia existe desde siempre; violencia para
sobrevivir, violencia para controlar el poder,
violencia para sublevarse contra la dominación,
violencia física y psíquica.
La maldad es el ejercicio del poder para dañar a otros intencionalmente tanto física como psicológica o incluso a llegar al extremo de provocarles la muerte. Sin embargo cuando Albert Einstein -el
físico cuyas teorías sobre la relatividad
y la gravitación universales revolucionaron
el mundo de la ciencia- le preguntó a
Sigmund Freud: ¿Qué podría
hacerse para evitar a los hombres el desastre
de la guerra? El padre del psicoanálisis le
respondió:
“Usted expresa su asombro por el hecho de que sea tan fácil entusiasmar a los hombres para la guerra, y sospecha que algo, un instinto del odio y de la destrucción, obra en ellos facilitando ese enardecimiento.
“Usted expresa su asombro por el hecho de que sea tan fácil entusiasmar a los hombres para la guerra, y sospecha que algo, un instinto del odio y de la destrucción, obra en ellos facilitando ese enardecimiento.
Nosotros aceptamos que
los instintos de los hombres no pertenecen más
que a dos categorías: -los denominados
‘eróticos’, completamente
en el sentido del Eros del ‘Symposion’
platónico, o ‘sexuales’, ampliando
deliberadamente el concepto popular de la ‘sexualidad’-,
o bien son los instintos que tienden a destruir
y a matar:
‘instintos de agresión o de destrucción’.
Sucede que mediante cierto
despliegue de especulación, hemos llegado
a concebir que este instinto obra en todo ser
viviente, ocasionando la tendencia de llevarlo
a su desintegración, de reducir la vida
al estado de la materia inanimada. Merece, pues,
en todo sentido la designación de instinto
de muerte, mientras que los instintos eróticos
representan las tendencias hacia la vida.
El
instinto de muerte se torna instinto de destrucción
cuando, con la ayuda de órganos especiales,
es dirigido hacia fuera, hacia los objetos. El
ser viviente protege en cierta manera su propia
vida destruyendo la vida ajena (...) Derivamos para nuestros fines inmediatos
la conclusión de que serán inútiles
los propósitos para eliminar las tendencias
agresivas del hombre.
Dicen que en regiones muy
felices de la Tierra, donde la naturaleza ofrece
pródigamente cuanto el hombre necesita
para su subsistencia, existen pueblos cuya vida
transcurre pacíficamente, entre los cuales
se desconoce la fuerza y la agresión.
Apenas puedo creerlo, y me gustaría averiguar
algo más sobre esos seres dichosos. También
los bolcheviques esperan que podrán eliminar
la agresión humana asegurando la satisfacción
de las necesidades materiales y estableciendo
la igualdad entre los miembros de la comunidad.
Yo creo que esto es una ilusión (...)
Por otra parte, como usted mismo advierte, no
se trata de eliminar del todo las tendencias
agresivas, humanas, se puede intentar desviarlas,
al punto que no necesiten buscar su expresión
en la guerra (...) Pero con toda probabilidad
esto es una esperanza utópica. (Freud, S., 1972, pp. 3.210-14).
Puede que toda esta idea sea una utopía pero ¿para qué nos sirven las utopías?
"La utopía está en el
horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se
corre diez pasos más allá. ¿Entonces para que sirve la utopía? Para eso
sirve, para caminar."
-Eduardo Galeano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario